¡Hola lectores! ¿Cómo anda sus emocionantes y fascinantes vidas diarias? Espero que simplemente de lo mejor, como a todos nosotros aquí en Piruleta Vencida. ¡Cómo os he extrañado! Bueno, primero me gustaría disculparme por ausentarme tan notablemente, pero lastimosamente poseeo uno de los peores Internet que se pueda encontrar (Si es que no el peor). Pero bueno, ya pasando al tema de interés, que vendría siendo la entrada de hoy, les comentó que traigo una Historia Friki; específicamente la Historia Friki que debí haber publicado el sábado pasado, pero que por la misma razón de mi Internet del carajo no la pude publiqué. Así pues, os lo digo para que vean que si no la publiqué no fue intención mía, y que la Historia Friki ya estaba lista desde la semana pasada. Pero bueno, ahora vamos a la historia.
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Seguíamos caminando a
través del espeso bosque. Era de noche, y el bosque no emitía el más mínimo
sonido, sin incluir mis pesados pasos, por supuesto. No, pensar que Larael
produciría algún sonido al caminar es simplemente inimaginable. Caminaba dócil
y ágilmente, con movimientos fluidos y rápidos. No hubo momento en la caminata
en la que me encontrase junto a él, era demasiado veloz como para que yo lo
alcanzara.
Yo temía por la oscuridad del bosque, rara
vez alguien se aventuraba en él, y quienes lo hacían no volvían. “El Bosque
Maldito”, se le bautizó así hace ya un tiempo, dada la muerte de una persona.
-¡Silencio!-
Había dicho Níel, el proclamado líder de nuestro pueblo -Es una terrible
pérdida, de hecho. Pero no permitiré tales actos, no mientras viva.- Níel
estaba encima de la mesa donde se habían reunido los importantes del pueblo, a
discutir un asunto de interés.
-Níel,-
Comenzó Cahor, hijo de Yahû -Los recientes acontecimientos nos obligan a
actuar. Raineael- Nuestro pueblo. -no permitirá que esto continúe. Hemos tenido
suficiente con la furia inexplicable de los Enanos.- Cahor luchaba por mantener
las lágrimas dentro de él, y su voz se quebraba constantemente.
-Cahor,
sé que tu pérdida ha sido de mucho dolor y sufrimiento, y lo siento por ello.
Pero atacar el bosque solamente ocasionará la guerra entre Enanos y humanos.-
Dijo Níel, apoyado por algunas personas que asentían por lo bajo. -No, no lo
harán.
Por mucho
tiempo hubo silencio, acompañado únicamente por los sonidos exteriores de la
noche. El súbito silencio golpeó en la cara a Cahor, haciendo que lo rompiese.
-Con o
sin tu permiso, yo iré a luchar por la muerte de mi padre. Esos inmundos Enanos
me lo arrebataron sin razón aparente. Es mi deber como hijo hacer algo al
respecto.- Cahor entonces vio la cara de los expectantes de la discusión, y
notó en ellas desaprobación. Sin más palabras, se dio la vuelta y salió por la
puerta. Níel cerró los ojos y suspiró, bajando con un salto de la mesa.
-Por lo
menos no llevó a medio pueblo, como originalmente planeaba. Ve ahora Norah,
necesita de tu apoyo.- Norah salió entre el pequeño grupo de gente y vio a Níel
a los ojos, una lágrima saliendo de su ojo.
-Mi hijo
está pasando por mucho dolor.- Comenzó Norah. -Mas no permitiré que vaya a cometer
un acto claramente suicida.- Níel asintió lentamente, cerrando sus ojos. Y
Norah se fue.
-Muy bien
señores- Empezó Níel, sentándose en su habitual silla, más alta que las demás.
-Norah seguramente sabrá controlar este asunto. Ahora tenemos un asunto más
importante qué atender.- El resto de presentes tomaron asiento, colocando toda
su atención en Níel. -El Elfo.
Uno de
los hombres que estaban sentados se puso de pie, dejando sus manos en la mesa.
-¿Hay alguna pista de quién es?
-No, Tarnag.-
En ese momento Tarnag se sentó nuevamente. -Nuestros mejores hechizeros están
en la tarea de entrar en su mente para saber quién es, qué hacía aquí, y, más
importante que todo, si es amigo o enemigo. -Algunos hablaban con otros en voz
baja, discutiendo algunas cosas inaudibles.
-¿Y su
salud?- Preguntó otra persona, mientras se levantaba. Tenía la cara dura como
la piedra, y sus brazos cruzados estaban rígidos. Un aire de seriedad le
rodeaba.
-Desde
que se le encontró en las afueras del pueblo, no ha despertado, la principal
razón por la cual no sabemos nada de él. Nuestros herbalistas están estudiando
su condición, y no sabemos qué le ocurre, por tanto me temo que su destino es
incierto.- Respondió Níel, sin levantarse. De nuevo, todos volvieron a pláticas
en pares.
-¿Qué
haremos con él al despertar?- Dije, levantándome como todos habían hecho al
hablar. Tenía mis manos pegadas a la mesa, constantemente moviendo mis dedos.
Esta vez Níel vio al techo de la habitación, se puso de pie y se encaminó hacia
una enorme pintura en la pared que estaba justo detrás de él. Se llevó dos
dedos a sus labios y susurró en una voz tan baja que solamente él podía
escucharse. Luego separó sus dedos de los labios y los presionó en la esquina
superior derecha del cuadro.
-Le
llevaremos a tierra de Elfos.- Dijo Níel, volteando su cabeza hacia mí. -No nos
sería conveniente un conflicto con los Elfos. Suficiente hemos tenido con los
ataques de los Enanos.
-¿Y no
podría ir en solitario? Las historias nos cuentan mucho sobre la majestuosa
fuerza que presentan.- Dije, además de estar alarmado. Las historias nos
contaban de Elfos que, en solitario, podían derrotar a un dragón sin mucho más
que unos minutos. Tal era la imagen que nos daban de ellos, que se decía que el
fin de los dragones fue ocacionado por un Elfo. Creaturas formidables, de
hecho.
-Con su
reciente estado, es muy difícil predecir su fuerza en el proceso de
recuperación. Los planes actuales son enviarle con uno o dos acopañantes. El
tiempo nos dirá qué hacer.- Con estas palabras, me senté y de nuevo empezó el
bajo murmullo de los presentes. Y de pronto, silencio absoluto. Un silencio
poderoso, enorme, con deseos de absorber todo. El único sonido que hacía
presencia en la habitación era el chasquido del fuego de las antorchas.
Nadie
volteó sus miradas cuando se abrió la puerta. Una figura alta, de cabello largo
y plateado ingresó con paso orgulloso y fluido, hasta el extremo más alejado de
la habitación, donde se encontraba el mapa. Todo esto a una velocidad tan
rápdia como el mismísimo viento del norte, tomando poco más que un parpadeo de
los presentes. La piel de Níel se erizó, como la de todos nosotros, al tener al
Elfo junto a él. Sin que nadie lo percibiese, ya estaba analizando el mapa de
esquina a esquina, señalando locaciones con su dedo y murmurándose a un nivel
totalmente inaudible para nosotros, pero que seguro para sus refinados oídos
era como hablar perfectamente. Así pues, fue como hizo acto de presencia el
Elfo.
Después
de unos segundos, Níel sabía que debía decir algo, o su puesto al mando se
vería afectado al ojo de los demás. Entonces Níel comenzó a articular palabras,
que no fueron entendidas por nadie, cuando el Elfo le vio a los ojos y le
interrumpió, diciéndo. -Huid, una guerra se cierne en lo más recóndito de estas
tierras, y no querriáis estar aquí cuando tales catástrofes tomen su lugar. Es
por tanto, mis queridos posaderos, que han de partir. Tanto al Sur como os sea
posible, pero ha de ser lejos.- Dichas estas palabras, las cuales eran clara
muestra de un alto conocimiento para estructurar su léxico, el Elfo dio vuelta
y se marchó por donde había entrado, sin una palabra más. Níel quedó con las
palabras en la boca, sin la oportunidad de articularlas por completo. Entonces
cambió por completo lo que iba a decir, y se dirigió a todos nosotros.
-Muy bien
caballeros, ya le oyeron. Es hora de partir. Avísen a sus familias, a las
familias de sus amigos, y a las familias de los amigos de éstos últimos. En
este pueblo no quedará una sola persona para sufrir los acontecimientos
presagiados por nuestro peculiar invitado…- Níel dudó un momento allí parado
junto al mapa, sin verlo, y luego asintió y salió por la puerta. El murmullo
ahora era una clara discusión a voz elevada, y todos decían muchas cosas.
Tarnac se puso junto a mí.
-Inaudito, ¿No lo crees?- Sus palabras eran casi un grito, como si
intentase enfatizar algo. Algo que no entendí. -Viene este Don Elfo a
advertirnos de algo que no estamos si quiera seguros, y ahora hemos de partir
de nuestra tierra.- Había un claro tono de reproche en su voz, como un niño al
que le quitaban su juguete injustamente. Pero tenía razón; no había una
concreta razón para abandonar el pueblo. Yo tenía otra cosa en mente en ese
momento, así que después de una rápida despedida a Tarnac salí disparado de la
habitación. No me fue difícil hallar mi objetivo, pues estaba siendo persuadido
por un acelerado Níel. El Elfo repetía a Níel que le dejáse en paz, pues tenía
mucho que meditar. Entonces, Níel suspiró y se rindió, caminando hacia su casa.
Yo, a pesar de conocer mi futuro rechazo, me acerqué al Elfo, quien estaba
caminando en círculos en la plaza principal del pueblo, un lugar abierto donde
se frecuentaban las actividades colectivas con el pueblo. Pero ahora, abrazada
por las penetrantes sombras de la noche, era un lugar desolado y tranquilo; el
lugar perfecto para pensar. Estaba a unos pasos del Elfo, cuando éste notificó
de mis pasos a sí mismo y giró para verme.
-¿A qué
habéis venido, amigo humano? Lamento ser hostil, pero tendré que pediros que os
retiréis, tengo asuntos que meditar.- Y el Elfo me dio la espalda y continuó
caminando en círculos. Yo no me iba a ir sin lo que quería, y, recordando esas
viejas lecciones de “Arte del hablar” con mi padre, le hablé.
-Mis
disculpas, gran Elfo, por mediar entre vuestros pensamientos de la noche. Pero
he venido, pues, a preguntaros una pregunta que me intriga.- Fue lo mejor que
pude pensar en decir, puesto a que mi lengua no era del todo refinada. Pero mi
modo de hablar, aunque un poco forzado, pareció complacer al Elfo, y me
concedió una pregunta.
-Decidme
pues, hermano, vuestras inquietudes y cuestionantes.
-Inquietudes no tengo, mas cuestionantes me abundan. Pero las reservó
para otro día, pues hay una en especial que me gustaría haceros. ¿A dónde vais
ahora?- La pregunta no inquietó al Elfo, pero sí que le noté un tanto molesto,
y tras unos segundos de pensar, me respondió con su ya habitual hablado fluido.
-Iré muy
adentro del bosque, en las secciones más escondidas y menos conocidas. Iré a
aquellos lugares donde ningún humano ha osado entrar por más de un milenio. Iré
directamente al hogar y asentadero de los Enanos, en busca de su total
exterminación, o por lo menos, en la recuperación del sagrado Dei-- Pero
entonces sus palabras se cortaron, y dudó allí parado frente a mí, seguro de
que había dicho más de lo necesario. -Muy bien caballero, ya os he dicho mi
destino, y con ello, vuestra pregunta queda resuelta. Vos has de cumplir
vuestra parte, y marcharos sin más preguntas. Id bien, joven caballero.
Pero era
tarde. Ya tenía una resolución planteada, y claramente la iba a cumplir.
Entonces, sin dejar a un lado mi promesa de no hacer más preguntas, me aventuré
a asegurarle: -Iré con vos. Me temo que si vuestra meta es exterminar a los
enanos, necesitará de más ayuda que la de vuestras propias manos.
-Tal
parece que subestimáis a nuestra raza, joven humano. No necesito de vuestras,
en comparación, inútiles asistencias.- Me dijo el Elfo, sin muestra de enojo en
sus palabras, entendiendo por completo que yo no había roto mi promesa. Pero
algo tenía seguro yo, iba a ir con él.
-Y
también parece,- Empezé, crusando los brazos al hablar. -que vos me subestimáis
a mí, puesto que no soy un Don Nadie. Mi nombre es Waltz D’hever, arquero
dedicado a la protección de la gente que amo. Pues es así mi sentido de
protección, que si los Enanos ponen en peligro la salud de mis compatriotas de
la aldea, no me ha de quedar más remedio que luchar por su defensa. No me
equivoquéis, porque si dar protección se trata, con el mayor de los deseos
cumpliré con mi parte, y moriré en batalla si fuese necesario.- El Elfo no me
miraba, veía altivamente a las estrellas, con un leve silbido emanando de sus
finos labios. El conjunto daba una imagen excelente del Elfo, estando a la luz
de la Luna con esa mueca de silbido adornando su cara. Pero antes que pudiera
admirarle por más tiempo, sus cabeza giró totalmente en torno a mí, y comenzó a
hablar.
-A ver
pues, señor arquero, demostradme vuestras habilidades con el arco, y basándonos
en ellas, veremos el futuro de vuestro acompañamiento en mi viaje.- Y sin más
palabras, giró todo su cuerpo y levantó su liviano brazo hacia las lejanías de
la plaza, casi fuera del pueblo. Un cactus estaba allí, solitario y sin
rodeaciones, a unos quinientos pies de donde estábamos. En el instante lo
comprendí, y saqué mi arco la bolsa que llevaba a mis espaldas, junto con una
flecha. Mi arco estaba hecho de madera, tallado por mi mismo, al igual que las
flechas. No tenía mucho dinero para comprar arco o flechas en el mercado local,
por lo que me decidí a fabricarlo todo yo mismo. Y me había dado resultados
fenomenales. Mi puntería era tan buena que superaba con creces a los más
habilidosos arqueros del pueblo, y era considerado como una persona con
habilidades natas de la arquería.
Entonces,
jalé de la flecha en mi arco, y apunté al cactus. Pero la distancia era el
inconveniente principal, y decidí simplemente aumentar la dirección de la
flecha hacia arriba, y, en consideración del leve viento que volaba, también un
tanto a la izquierda. Sin asegurarme de estar apuntando en la poscición
correcta, solté la flecha.
Después
de unos segundos esperando el impacto, la flecha dio de lleno en el medio del
cactus. El Elfo solamente se giró y me habló. -Hemos de partir junto a los
primeros rayos del sol. No os eperaré, saldremos por la salida este del pueblo,
en falta de una salida norte, y continuaremos por los caminos de Ehadrel, hacia
el norte. No me haré responsable de vuestra muerte.- Pude verle alejarse, pero
después de unos pasos en velocidad normal, retomó la velocidad con la que había
ingresado a la habitación hacía no mucho, y no le ví más esa noche. Y al a
mañana siguiente, partimos hacia “El Bosque Maldito”.
Fue así como terminé en esta situación,
junto a Larael, quien me dijo su nombre después de haber partido. Llevábamos ya
dos días y casi dos noches de incesante avance. Para Larael, yo seguramente no
significaba mucho más que una carga, en vista que mi velocidad no se comparaba
con la suya. Descansábamos para comer, y luego proseguíamos, encaminándonos
hasta la ciudad de los Enanos. A pesar de mi presión para que Larael me contase
más sobre nuestra meta, a parte de matar a los Enanos, Larael no me contó nada,
y quedamos, pues, en un silencioso trayecto.
Hubo un momento, tan abrupto y repentino,
que quedé confundido. En ese momento, muchas cosas ocurrieron, y por alguna
razón lo notifiqué todo; lo primero en ocurrir fue el absoluto detenimiento de
Larael, mientras se agachaba y sacaba una pequeña daga de su bolsillo; lo
segundo, fue la aparición de decenas de movimientos sobre nosotros, en las
ramas de los árboles; y lo tercero, el extremadamente fuerte grito de guerra
que quebró el silencio del bosque, lastimando mis oídos. Y en el momento en el
que todo ocurrió y me confundió, todo encajó y me sorprendió. Caimos víctimas
de una emboscada, por los Enanos, claro.
Larael se apresuró con cada uno de los
Enanos mientras yo reaccionaba a la situación, cortando y apuñalando a los
Enanos que le atacaban, mientras esquivaba los pesados y poderosos ataques que
se le dirigían. Yo, al fin conciente de mis propios movimientos, salí de la
zona de batalla, para tener distancia para enviar flechas a los enemigos.
Cuando llegué a la zona indicada y volteé, ya con mi arco en mano, me di cuenta
que la batalla ya había concluido. -Estamos cerca, amigo. No os alejéis, hemos
de terminar esto pronto.- Y acto seguido, Larael continuó nuestro rumbo como si
nada hubiese ocurrido. Pero entonces, en lugar de asustarme de la fuerza de mi
acompañante, me alivié, pues con tal poder, los Enanos no tendrían oportunidad
para atacar de nuevo a mí querido pueblo. Con una sonrisa, le seguí, arco en
mano y flecha en la otra.
*****
Entonces el
bosque terminó, y nos hallamos frente a un inmenso claro, sin un solo
árbol que le rellenase. A la luz de la Luna, el escenario era simplemente
perfecto, con la penumbra anterior a nosotros ya terminada. Pero el claro no
estaba vacío, oh no. Un castillo se alzaba más arriba que los árboles de donde
habíamos salido. Antes de poder preguntarme a mí mismo qué era aquel castillo,
Larael respondió a mi pregunta. -Hemos llegado, joven acompañante. De aquí en
más, los ataques no procederan desde pequeños grupos sentinelas, ahora serán
directos miembros del ejército Enano quienes nos atacarán. Nunca, por nada del
mundo, dejéis vuestro arco. Y si os quedáis sin flechas, solamente habéis de
pedir. Habrá ocaciones en dónde separarnos será crucial, por tanto, en caso de
llegar a tal caso, habréis de dirigiros lo más arriba que podáis dentro de las
instalaciones. No os detengáis.- Y acto seguido, sacó de su bolsa una espada
larga, de apariencia ligera, pero con detalles en la empuñadura demasiado
perfectos para haber sido hechos por humanos. Lo que más me llamó la atención
de la espada, es que brillaba, iluminaba toda el áera donde se hallaba Larael.
Y de nuevo, antes que pudiera preguntarle acerca de tan excelente espada,
Larael estaba hablando de nuevo, sin saber que estaba respondiendo a todas mis
dudas. -Yo, Larael, hijo de Eldion, cruzaré territorio Enano, con Waltz como mi
testigo y Deity’s Blade como mi arma, a recuperar Deity’s Hammer de las manos
de un ser que se ha vuelto loco. ¡Allá voy, entonces, a salvar las tierras de
todas las razas!- Cruzó el claro antes que pudiera responderle y entró al
castillo. Yo le seguí, sorprendido de las palabras que acababa de decirme.
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Bueno, ¿Notaron las últimas palabras de Larael? Pues sí, es una referencia directa a la historia que está [Resguardada en este inocente pero intrépido y vivaz botón]. Si de algo les sirve, esta historia tomó lugar doscientos años después de la que se redirecciona en el botón. Y sí, Larael es la figura que vio nuestro narrador de la historia al final; y fue él quién tomó Deity's Blade, para derrotar a Süiz. Pero bueno, supongo que todo esto ya se lo habrán imaginado. Por cierto, esta historia no termina aquí, continuará...
Lectores, eso ha sido todo por ahora. Y digo por ahora porque aún me hace falta publicar la Historia Friki de ayer, la cual ya está lista y solamente me falta hacer eso, publicarla. Ahora, si me permiten, me despido. Que Atea os protega. ¡Hasta pronto!
Lectores, eso ha sido todo por ahora. Y digo por ahora porque aún me hace falta publicar la Historia Friki de ayer, la cual ya está lista y solamente me falta hacer eso, publicarla. Ahora, si me permiten, me despido. Que Atea os protega. ¡Hasta pronto!
-Guille-
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