Separador

Menu

12/8/12

El Elfo

¡Hola lectores! ¿Cómo anda sus emocionantes y fascinantes vidas diarias? Espero que simplemente de lo mejor, como a todos nosotros aquí en Piruleta Vencida. ¡Cómo os he extrañado! Bueno, primero me gustaría disculparme por ausentarme tan notablemente, pero lastimosamente poseeo uno de los peores Internet que se pueda encontrar (Si es que no el peor). Pero bueno, ya pasando al tema de interés, que vendría siendo la entrada de hoy, les comentó que traigo una Historia Friki; específicamente la Historia Friki que debí haber publicado el sábado pasado, pero que por la misma razón de mi Internet del carajo no la pude publiqué. Así pues, os lo digo para que vean que si no la publiqué no fue intención mía, y que la Historia Friki ya estaba lista desde la semana pasada. Pero bueno, ahora vamos a la historia.

-------------------------------------------------------------------------------- 

Seguíamos caminando a través del espeso bosque. Era de noche, y el bosque no emitía el más mínimo sonido, sin incluir mis pesados pasos, por supuesto. No, pensar que Larael produciría algún sonido al caminar es simplemente inimaginable. Caminaba dócil y ágilmente, con movimientos fluidos y rápidos. No hubo momento en la caminata en la que me encontrase junto a él, era demasiado veloz como para que yo lo alcanzara. 

   Yo temía por la oscuridad del bosque, rara vez alguien se aventuraba en él, y quienes lo hacían no volvían. “El Bosque Maldito”, se le bautizó así hace ya un tiempo, dada la muerte de una persona.

   -¡Silencio!- Había dicho Níel, el proclamado líder de nuestro pueblo -Es una terrible pérdida, de hecho. Pero no permitiré tales actos, no mientras viva.- Níel estaba encima de la mesa donde se habían reunido los importantes del pueblo, a discutir un asunto de interés.

   -Níel,- Comenzó Cahor, hijo de Yahû -Los recientes acontecimientos nos obligan a actuar. Raineael- Nuestro pueblo. -no permitirá que esto continúe. Hemos tenido suficiente con la furia inexplicable de los Enanos.- Cahor luchaba por mantener las lágrimas dentro de él, y su voz se quebraba constantemente.

   -Cahor, sé que tu pérdida ha sido de mucho dolor y sufrimiento, y lo siento por ello. Pero atacar el bosque solamente ocasionará la guerra entre Enanos y humanos.- Dijo Níel, apoyado por algunas personas que asentían por lo bajo. -No, no lo harán.

   Por mucho tiempo hubo silencio, acompañado únicamente por los sonidos exteriores de la noche. El súbito silencio golpeó en la cara a Cahor, haciendo que lo rompiese.

   -Con o sin tu permiso, yo iré a luchar por la muerte de mi padre. Esos inmundos Enanos me lo arrebataron sin razón aparente. Es mi deber como hijo hacer algo al respecto.- Cahor entonces vio la cara de los expectantes de la discusión, y notó en ellas desaprobación. Sin más palabras, se dio la vuelta y salió por la puerta. Níel cerró los ojos y suspiró, bajando con un salto de la mesa.

   -Por lo menos no llevó a medio pueblo, como originalmente planeaba. Ve ahora Norah, necesita de tu apoyo.- Norah salió entre el pequeño grupo de gente y vio a Níel a los ojos, una lágrima saliendo de su ojo. 

   -Mi hijo está pasando por mucho dolor.- Comenzó Norah. -Mas no permitiré que vaya a cometer un acto claramente suicida.- Níel asintió lentamente, cerrando sus ojos. Y Norah se fue.

   -Muy bien señores- Empezó Níel, sentándose en su habitual silla, más alta que las demás. -Norah seguramente sabrá controlar este asunto. Ahora tenemos un asunto más importante qué atender.- El resto de presentes tomaron asiento, colocando toda su atención en Níel. -El Elfo.

   Uno de los hombres que estaban sentados se puso de pie, dejando sus manos en la mesa. -¿Hay alguna pista de quién es?

   -No, Tarnag.- En ese momento Tarnag se sentó nuevamente. -Nuestros mejores hechizeros están en la tarea de entrar en su mente para saber quién es, qué hacía aquí, y, más importante que todo, si es amigo o enemigo. -Algunos hablaban con otros en voz baja, discutiendo algunas cosas inaudibles.

   -¿Y su salud?- Preguntó otra persona, mientras se levantaba. Tenía la cara dura como la piedra, y sus brazos cruzados estaban rígidos. Un aire de seriedad le rodeaba.

   -Desde que se le encontró en las afueras del pueblo, no ha despertado, la principal razón por la cual no sabemos nada de él. Nuestros herbalistas están estudiando su condición, y no sabemos qué le ocurre, por tanto me temo que su destino es incierto.- Respondió Níel, sin levantarse. De nuevo, todos volvieron a pláticas en pares.

   -¿Qué haremos con él al despertar?- Dije, levantándome como todos habían hecho al hablar. Tenía mis manos pegadas a la mesa, constantemente moviendo mis dedos. Esta vez Níel vio al techo de la habitación, se puso de pie y se encaminó hacia una enorme pintura en la pared que estaba justo detrás de él. Se llevó dos dedos a sus labios y susurró en una voz tan baja que solamente él podía escucharse. Luego separó sus dedos de los labios y los presionó en la esquina superior derecha del cuadro.

   -Le llevaremos a tierra de Elfos.- Dijo Níel, volteando su cabeza hacia mí. -No nos sería conveniente un conflicto con los Elfos. Suficiente hemos tenido con los ataques de los Enanos.
   -¿Y no podría ir en solitario? Las historias nos cuentan mucho sobre la majestuosa fuerza que presentan.- Dije, además de estar alarmado. Las historias nos contaban de Elfos que, en solitario, podían derrotar a un dragón sin mucho más que unos minutos. Tal era la imagen que nos daban de ellos, que se decía que el fin de los dragones fue ocacionado por un Elfo. Creaturas formidables, de hecho.

   -Con su reciente estado, es muy difícil predecir su fuerza en el proceso de recuperación. Los planes actuales son enviarle con uno o dos acopañantes. El tiempo nos dirá qué hacer.- Con estas palabras, me senté y de nuevo empezó el bajo murmullo de los presentes. Y de pronto, silencio absoluto. Un silencio poderoso, enorme, con deseos de absorber todo. El único sonido que hacía presencia en la habitación era el chasquido del fuego de las antorchas. 

   Nadie volteó sus miradas cuando se abrió la puerta. Una figura alta, de cabello largo y plateado ingresó con paso orgulloso y fluido, hasta el extremo más alejado de la habitación, donde se encontraba el mapa. Todo esto a una velocidad tan rápdia como el mismísimo viento del norte, tomando poco más que un parpadeo de los presentes. La piel de Níel se erizó, como la de todos nosotros, al tener al Elfo junto a él. Sin que nadie lo percibiese, ya estaba analizando el mapa de esquina a esquina, señalando locaciones con su dedo y murmurándose a un nivel totalmente inaudible para nosotros, pero que seguro para sus refinados oídos era como hablar perfectamente. Así pues, fue como hizo acto de presencia el Elfo.

   Después de unos segundos, Níel sabía que debía decir algo, o su puesto al mando se vería afectado al ojo de los demás. Entonces Níel comenzó a articular palabras, que no fueron entendidas por nadie, cuando el Elfo le vio a los ojos y le interrumpió, diciéndo. -Huid, una guerra se cierne en lo más recóndito de estas tierras, y no querriáis estar aquí cuando tales catástrofes tomen su lugar. Es por tanto, mis queridos posaderos, que han de partir. Tanto al Sur como os sea posible, pero ha de ser lejos.- Dichas estas palabras, las cuales eran clara muestra de un alto conocimiento para estructurar su léxico, el Elfo dio vuelta y se marchó por donde había entrado, sin una palabra más. Níel quedó con las palabras en la boca, sin la oportunidad de articularlas por completo. Entonces cambió por completo lo que iba a decir, y se dirigió a todos nosotros.

   -Muy bien caballeros, ya le oyeron. Es hora de partir. Avísen a sus familias, a las familias de sus amigos, y a las familias de los amigos de éstos últimos. En este pueblo no quedará una sola persona para sufrir los acontecimientos presagiados por nuestro peculiar invitado…- Níel dudó un momento allí parado junto al mapa, sin verlo, y luego asintió y salió por la puerta. El murmullo ahora era una clara discusión a voz elevada, y todos decían muchas cosas. Tarnac se puso junto a mí.

   -Inaudito, ¿No lo crees?- Sus palabras eran casi un grito, como si intentase enfatizar algo. Algo que no entendí. -Viene este Don Elfo a advertirnos de algo que no estamos si quiera seguros, y ahora hemos de partir de nuestra tierra.- Había un claro tono de reproche en su voz, como un niño al que le quitaban su juguete injustamente. Pero tenía razón; no había una concreta razón para abandonar el pueblo. Yo tenía otra cosa en mente en ese momento, así que después de una rápida despedida a Tarnac salí disparado de la habitación. No me fue difícil hallar mi objetivo, pues estaba siendo persuadido por un acelerado Níel. El Elfo repetía a Níel que le dejáse en paz, pues tenía mucho que meditar. Entonces, Níel suspiró y se rindió, caminando hacia su casa. Yo, a pesar de conocer mi futuro rechazo, me acerqué al Elfo, quien estaba caminando en círculos en la plaza principal del pueblo, un lugar abierto donde se frecuentaban las actividades colectivas con el pueblo. Pero ahora, abrazada por las penetrantes sombras de la noche, era un lugar desolado y tranquilo; el lugar perfecto para pensar. Estaba a unos pasos del Elfo, cuando éste notificó de mis pasos a sí mismo y giró para verme.

   -¿A qué habéis venido, amigo humano? Lamento ser hostil, pero tendré que pediros que os retiréis, tengo asuntos que meditar.- Y el Elfo me dio la espalda y continuó caminando en círculos. Yo no me iba a ir sin lo que quería, y, recordando esas viejas lecciones de “Arte del hablar” con mi padre, le hablé.

   -Mis disculpas, gran Elfo, por mediar entre vuestros pensamientos de la noche. Pero he venido, pues, a preguntaros una pregunta que me intriga.- Fue lo mejor que pude pensar en decir, puesto a que mi lengua no era del todo refinada. Pero mi modo de hablar, aunque un poco forzado, pareció complacer al Elfo, y me concedió una pregunta.

   -Decidme pues, hermano, vuestras inquietudes y cuestionantes.

   -Inquietudes no tengo, mas cuestionantes me abundan. Pero las reservó para otro día, pues hay una en especial que me gustaría haceros. ¿A dónde vais ahora?- La pregunta no inquietó al Elfo, pero sí que le noté un tanto molesto, y tras unos segundos de pensar, me respondió con su ya habitual hablado fluido.

   -Iré muy adentro del bosque, en las secciones más escondidas y menos conocidas. Iré a aquellos lugares donde ningún humano ha osado entrar por más de un milenio. Iré directamente al hogar y asentadero de los Enanos, en busca de su total exterminación, o por lo menos, en la recuperación del sagrado Dei-- Pero entonces sus palabras se cortaron, y dudó allí parado frente a mí, seguro de que había dicho más de lo necesario. -Muy bien caballero, ya os he dicho mi destino, y con ello, vuestra pregunta queda resuelta. Vos has de cumplir vuestra parte, y marcharos sin más preguntas. Id bien, joven caballero.

   Pero era tarde. Ya tenía una resolución planteada, y claramente la iba a cumplir. Entonces, sin dejar a un lado mi promesa de no hacer más preguntas, me aventuré a asegurarle: -Iré con vos. Me temo que si vuestra meta es exterminar a los enanos, necesitará de más ayuda que la de vuestras propias manos.

   -Tal parece que subestimáis a nuestra raza, joven humano. No necesito de vuestras, en comparación, inútiles asistencias.- Me dijo el Elfo, sin muestra de enojo en sus palabras, entendiendo por completo que yo no había roto mi promesa. Pero algo tenía seguro yo, iba a ir con él.

   -Y también parece,- Empezé, crusando los brazos al hablar. -que vos me subestimáis a mí, puesto que no soy un Don Nadie. Mi nombre es Waltz D’hever, arquero dedicado a la protección de la gente que amo. Pues es así mi sentido de protección, que si los Enanos ponen en peligro la salud de mis compatriotas de la aldea, no me ha de quedar más remedio que luchar por su defensa. No me equivoquéis, porque si dar protección se trata, con el mayor de los deseos cumpliré con mi parte, y moriré en batalla si fuese necesario.- El Elfo no me miraba, veía altivamente a las estrellas, con un leve silbido emanando de sus finos labios. El conjunto daba una imagen excelente del Elfo, estando a la luz de la Luna con esa mueca de silbido adornando su cara. Pero antes que pudiera admirarle por más tiempo, sus cabeza giró totalmente en torno a mí, y comenzó a hablar.

   -A ver pues, señor arquero, demostradme vuestras habilidades con el arco, y basándonos en ellas, veremos el futuro de vuestro acompañamiento en mi viaje.- Y sin más palabras, giró todo su cuerpo y levantó su liviano brazo hacia las lejanías de la plaza, casi fuera del pueblo. Un cactus estaba allí, solitario y sin rodeaciones, a unos quinientos pies de donde estábamos. En el instante lo comprendí, y saqué mi arco la bolsa que llevaba a mis espaldas, junto con una flecha. Mi arco estaba hecho de madera, tallado por mi mismo, al igual que las flechas. No tenía mucho dinero para comprar arco o flechas en el mercado local, por lo que me decidí a fabricarlo todo yo mismo. Y me había dado resultados fenomenales. Mi puntería era tan buena que superaba con creces a los más habilidosos arqueros del pueblo, y era considerado como una persona con habilidades natas de la arquería. 

   Entonces, jalé de la flecha en mi arco, y apunté al cactus. Pero la distancia era el inconveniente principal, y decidí simplemente aumentar la dirección de la flecha hacia arriba, y, en consideración del leve viento que volaba, también un tanto a la izquierda. Sin asegurarme de estar apuntando en la poscición correcta, solté la flecha.

   Después de unos segundos esperando el impacto, la flecha dio de lleno en el medio del cactus. El Elfo solamente se giró y me habló. -Hemos de partir junto a los primeros rayos del sol. No os eperaré, saldremos por la salida este del pueblo, en falta de una salida norte, y continuaremos por los caminos de Ehadrel, hacia el norte. No me haré responsable de vuestra muerte.- Pude verle alejarse, pero después de unos pasos en velocidad normal, retomó la velocidad con la que había ingresado a la habitación hacía no mucho, y no le ví más esa noche. Y al a mañana siguiente, partimos hacia “El Bosque Maldito”.

   Fue así como terminé en esta situación, junto a Larael, quien me dijo su nombre después de haber partido. Llevábamos ya dos días y casi dos noches de incesante avance. Para Larael, yo seguramente no significaba mucho más que una carga, en vista que mi velocidad no se comparaba con la suya. Descansábamos para comer, y luego proseguíamos, encaminándonos hasta la ciudad de los Enanos. A pesar de mi presión para que Larael me contase más sobre nuestra meta, a parte de matar a los Enanos, Larael no me contó nada, y quedamos, pues, en un silencioso trayecto.

   Hubo un momento, tan abrupto y repentino, que quedé confundido. En ese momento, muchas cosas ocurrieron, y por alguna razón lo notifiqué todo; lo primero en ocurrir fue el absoluto detenimiento de Larael, mientras se agachaba y sacaba una pequeña daga de su bolsillo; lo segundo, fue la aparición de decenas de movimientos sobre nosotros, en las ramas de los árboles; y lo tercero, el extremadamente fuerte grito de guerra que quebró el silencio del bosque, lastimando mis oídos. Y en el momento en el que todo ocurrió y me confundió, todo encajó y me sorprendió. Caimos víctimas de una emboscada, por los Enanos, claro.

   Larael se apresuró con cada uno de los Enanos mientras yo reaccionaba a la situación, cortando y apuñalando a los Enanos que le atacaban, mientras esquivaba los pesados y poderosos ataques que se le dirigían. Yo, al fin conciente de mis propios movimientos, salí de la zona de batalla, para tener distancia para enviar flechas a los enemigos. Cuando llegué a la zona indicada y volteé, ya con mi arco en mano, me di cuenta que la batalla ya había concluido. -Estamos cerca, amigo. No os alejéis, hemos de terminar esto pronto.- Y acto seguido, Larael continuó nuestro rumbo como si nada hubiese ocurrido. Pero entonces, en lugar de asustarme de la fuerza de mi acompañante, me alivié, pues con tal poder, los Enanos no tendrían oportunidad para atacar de nuevo a mí querido pueblo. Con una sonrisa, le seguí, arco en mano y flecha en la otra.

*****

   Entonces el  bosque terminó, y nos hallamos frente a un inmenso claro, sin un solo árbol que le rellenase. A la luz de la Luna, el escenario era simplemente perfecto, con la penumbra anterior a nosotros ya terminada. Pero el claro no estaba vacío, oh no. Un castillo se alzaba más arriba que los árboles de donde habíamos salido. Antes de poder preguntarme a mí mismo qué era aquel castillo, Larael respondió a mi pregunta. -Hemos llegado, joven acompañante. De aquí en más, los ataques no procederan desde pequeños grupos sentinelas, ahora serán directos miembros del ejército Enano quienes nos atacarán. Nunca, por nada del mundo, dejéis vuestro arco. Y si os quedáis sin flechas, solamente habéis de pedir. Habrá ocaciones en dónde separarnos será crucial, por tanto, en caso de llegar a tal caso, habréis de dirigiros lo más arriba que podáis dentro de las instalaciones. No os detengáis.- Y acto seguido, sacó de su bolsa una espada larga, de apariencia ligera, pero con detalles en la empuñadura demasiado perfectos para haber sido hechos por humanos. Lo que más me llamó la atención de la espada, es que brillaba, iluminaba toda el áera donde se hallaba Larael. Y de nuevo, antes que pudiera preguntarle acerca de tan excelente espada, Larael estaba hablando de nuevo, sin saber que estaba respondiendo a todas mis dudas. -Yo, Larael, hijo de Eldion, cruzaré territorio Enano, con Waltz como mi testigo y Deity’s Blade como mi arma, a recuperar Deity’s Hammer de las manos de un ser que se ha vuelto loco. ¡Allá voy, entonces, a salvar las tierras de todas las razas!- Cruzó el claro antes que pudiera responderle y entró al castillo. Yo le seguí, sorprendido de las palabras que acababa de decirme.
 
-------------------------------------------------------------------------------- 

Bueno, ¿Notaron las últimas palabras de Larael? Pues sí, es una referencia directa a la historia que está [Resguardada en este inocente pero intrépido y vivaz botón]. Si de algo les sirve, esta historia tomó lugar doscientos años después de la que se redirecciona en el botón. Y sí, Larael es la figura que vio nuestro narrador de la historia al final; y fue él quién tomó Deity's Blade, para derrotar a Süiz. Pero bueno, supongo que todo esto ya se lo habrán imaginado. Por cierto, esta historia no termina aquí, continuará...

Lectores, eso ha sido todo por ahora. Y digo por ahora porque aún me hace falta publicar la Historia Friki de ayer, la cual ya está lista y solamente me falta hacer eso, publicarla. Ahora, si me permiten, me despido. Que Atea os protega. ¡Hasta pronto!

-Guille-

No hay comentarios:

Publicar un comentario

LinkWithin