Separador

Menu

18/8/12

Desolación

¡Hola lectores! ¿Cómo transcurre vuestra animada y siempre excelente vida? Pues todos por aquí deseamos que de lo mejor. Y bueno... Nosotros en particular nos encontramos que saltamos de la felicidad. ¿Por qué? ¡Basta con que observen a la derecha de su pantalla! ... ... ¿Ya? Pues claro, ¡Alcanzamos las 10,00 visitas! Es... algo... que no puedo agradecer todavía, mañana habrá una muy gratificante entrada de agradecimiento. Hay sorpresas acompañando este logro, así que atentos. Mientras llega el mañana, será mejor que pasemos a mi Historia Friki de los sábados. Esta vez con un tinte más triste que las demás; en serio, es bastante triste y difícil de entender si no estás acostumbrado a leer en primera persona y en presente. Bueno, en cuanto a la tristeza, no es tanta, pero creo que es la más triste que he hecho, y eso ya es algo. No se preocupen, a la próxima les traigo una Historia feliz, para alegraros los corazones. Vamos, pues, a "Desolación".

--------------------------------------------------------------------------------  

   Si hay alguien a quien no tenía interés en volver a ver en toda mi vida, era a este tipo. Siempre con sus aburridos monólogos y largos discursos. Asentir será lo correcto, mientras le observo con rabia disfrazada hábilmente como una sonrisa. ¡Cállate de una vez! ¿A qué has venido hacia mí? ¿Qué? ¿Una carta? Me pregunto...
   -¿Hacia quien está dirigida la carta, Doctor?- Me es tan difícil mantener la compostura ante este hombre, este patán que toda esperanza me quitó. A ver pues, Doctor Riechzoft, detenga ya su sonrisa y sus suspiros, y responda de una buena vez.
   -A tu hermano, bella Rosalie.- ¡Con un demonio! ¿Es que no me dejará jamás de restregar en la cara a mi hermano? Me voy, no tengo más que hablar con este hombre, más que dejarle mi más furtiva mirada asesina.
   Estoy caminando hacia la estación de trenes de la ciudad. La rabia se transforma lentamente en un fuego que desde mis entreñas me come lentamente y hace que me sienta fatal. Ahora ya no importaba mi objetivo en esta ciudad, el cual era simplemente comprar comida. Ahora debo regresar a mi pequeño pueblo, junto a mi hermano. Ya tengo fija una resolución, y no hay nada en este mundo que vaya a detenerme.
  Oh claro, mientras camino, podría entretenerme un poco. Una entretención clara, pequeña que podría herirme lo suficiente para seguir firme ante mi descición. Leeré esta asquerosa carta dirigida a mi hermano. Es curioso, ahora que la veo con más detenimiento, me doy cuenta que está sellada con el emblema de la Universidad de Ritzenfuhr. Esa maldita universidad a la cual deseaba con todos mis anhelos entrar. Pero en un mundo como este, los sueños son destruidos por nada más que un poco de estupidez y poder. A ver, pues, la carta. Esta caligrafía... ¡Solamente puede venir del director! La conozco perfectamente, y sé claramente que es su manera peculiar de escribir. Con fluidez y hermosura, esta carta está escrita como algo muy especial. Veamos qué dice.

A Howard Stallion:
   Felicidades señor Stallion, ha sido usted aceptado para participar en   
   nuestra competencia anual de tésis científica. Esperamos con mucho
   entusiasmo más de sus trabajos, para sorprendernos y maravillarnos.
   Con los mejores deseos,
                                                     Profesor Armstrong.

   No, no... ¡NO! Esto es inaudito... ¡Inaceptable! Yo... Mi sueño... Todo lo que deseaba hacer, ¡Me lo ha arrebatado mi hermano! Esto es suficiente, no tengo nada más que detenga mi objetivo. Este odio creciente que se cierne en lo más profundo de mi ser por fin florece al exterior, y me hace sentir bien, viva... Esta carta nunca llegará a su destinatario original, ni será conocida por nadie. Allí, deshecha en la fuente de la Plaza, queda mucho mejor. Ahora debo continuar, no hay tiempo que perder.
   He cambiado mi ruta, ahora me dirijo al oeste, en busca de la casa de una herbalista. Será un camino largo en lo profundo de la ciudad, pero no hay de qué preocuparse, no importa que llegue un poco tarde a casa hoy. Estoy caminando en la fría Calle Esther, muy adentrado en la ciudad. La neblina nubla en gran parte mi vista, y hace que el frío recorra mi cuerpo de arriba abajo una y otra vez. Las historias nos cuentan que la Calle Esther fue la primera de la ciudad, construida por aquellos que llegaron el primero a estas tierras hace cientos de años, en barcos dirigidos ciegamente por el viento. Ahora ha llegado la Era del Vapor; barcos y trenes ahora funcionan con mayor eficacia, y la vida se nos ha hecho más fácil. Mis pensamientos me distraen, casi paso de largo mi destino.
   “Cuarto Ancestral”, así recita el letrero frente a mí, colocado justo en la puerta. Le doy golpes a la puerta, esperando una respuesta que me indique que pueda entrar. Pero nada ocurre. Volteando mi cabeza hacia arriba, logro percibir más hallá de la neblina que el cielo se ha vuelto oscuro, y las estrellas reinan como lo hicieron ayer. Si me tardo demasiado, mi harmano caerá en sueño; no, hoy acabará todo, entraré. La pequeña habitación está iluminada por nada más que una leve luz amarillenta proviniente de una vela en una esquina. Una mesa en el centro y una silla junto a ella me hacen saber que estoy en un lugar tenebroso. En la pared opuesta a la puerta de entrada, se halla una salida a un lugar oscuro; la salida no posee puerta y estoy empezando a pensar en irme.
  No, vine con un solo objetivo, y hoy terminará todo. Me siento en la única silla y golpeó la mesa con los nudillos. Un sonido en la lejanía me hace saber que no estoy sola.
  -¿Qué?- Esta voz cansada y vencida no puede provenir de nadie más que de un anciano. El tono leve y bajamete agudo me indican que se trata de una anciana. Tomando valor, le respondí a la voz que aún no había aparecido por ningún lado.
   -Necesito… Hojas de Helecho de Manzana.- Unos pasos pesados se acercan, están detrás de la salida sin puerta. Una gota de sudor frío cae por mi frente; pasa por mi nariz y se precipita en su punta; ahora cae e impacta contra la mesa. En este preciso intante, entra a la habitación una señora anciana, como lo había previsto. Trae unos ropajes basados más que nada en el color rojo y café, además de contar con numerosos collares. Mientras me ve fijamente a los ojos, intento componer la mejor de mis caras desinteresadas. Pero algo me hace empezar a temblar ante esta figura. Sin más palabras, regresa por donde llegó, volviendo a estar fuera de mi vista. La espero, ya sin la presión de saber que me observa.
    Cierro mis ojos y pienso en la maravillosa vida que podría estar llevando, si no fuera por las desdichas, no, no desdichas, más bien injusticias de mi miserable vida. Siempre a la enorme sombra de mi hermano, conocida por sus méritos, en lugar de por los míos. A veces--
   -Toma; tomaste esto desde el suelo, lejos de aquí, ¿Entendido?- ¡Pero qué susto! La anciana había dado un fuerte golpe en la mesa mientras yo estaba sumida en mis pensamientos, y me indujo un susto casi mortal. Esta vez no me contengo para mostrar mi miedo. Estoy asintiendo y dejando varias monedas de plata en la mesa, a la vez que tomo las hojas. Salgo corriendo lejos, tan lejos como mis pies me lo permitan; estoy llegando tarde.
   Veo a mí alrededor, ya de vuelta en la Plaza. La gente sigue aquí, dando paseos nocturnos. Me pregunto que tan tarde será. Eso no importa, debo llegar a la estación lo antes posible. Oh, el último tren está a punto de salir. ¿Es ya tan adentrada la noche? No puede ser... Corro, arrojo las monedas a alguien, no sé quién; con mi permiso “pagado”, me dirigo al tren. Está empezando a moverse, casi le alcanzó... No lo logré... ¿O sí lo he hecho? No sé... El viento sopla mi cara con fuerza, a penas puedo pensar en algo... Pero sí, he alcanzado el tren a tiempo para sujtarme de él y poder ir junto a él a la siguiente estación en mi pueblo. Un viaje de media hora.  Estoy jadeando, nunca había corrido de tal manera.

*****

   Ahora estoy de vuelta a mi pueblo. Salgo de la estación con paso apresurado, pero ya no estoy corriendo. Sonrío a quienes pasan junto a mí, me siento feliz, como si al fin hubiera conseguido lo que quería. Y así es. Reviso las hojas en mi bolsillo y las dejó allí. Mi sonrisa es suficientemente grande, puedo sentirla.
   He llegado a mi colina, la colina en la que crecí, la colina en la que todo ocurrió, la colina donde espera mi hermano. Subo la colina, con pasos lentos pero seguros. Llego a la puerta. Me detengo, aún con esta sonrisa grabada en mi rostro. ¡Que bien se sentirá terminar todo! Que bien terminará todo... ¿Ah? ¿Estella? ¡Estella, mi querida Estella!
   -Señora, ¿Qué hace aquí afuera en el frío?- Oh Estella, tu voz, como la de una pequeña niña, endulza mis oídos. Pero tienes razón, el frío es tremendamente asesino. Será mejor que entremos, pero antes, me pregunto...
   -Eso debería preguntártelo a ti Estella, ¿Qué haces aquí?- Estella, no bajes la mirada. Realmente me pregunto de dónde has salido. Supongo que mi hermano te habrá puesto a hacer algo aquí afuera.
   -Señora, es que su hermano y yo nos hemos percatado de un animalejo que correteaba alrededor de la casa. Y bueno, yo me he ofrecido a salir a exterminarle.- Claro, he olvidado tu ciego amor por mi hermano. No te preocupes, tengo algo preparado para ti.
   -Estella, te propongo esto. Toma esta bolsa, que contiene cien monedas de oro. Vete al pueblo de tu familia, y vive allí; ya no tienes por qué ser nuestra criada.- Oh Estella, esos ojos brillantes que me ven con sorpresa y felicidad no me sorprenden, vieniendo de alguien como tú. Mientras te abrazo una última vez, te doy los mejores deseos. Ve, no querrás estar aquí.
   Estella se ha ido, y he quedado en soledad. De nuevo retomo mi sonrisa, y entro a la casa. La casa siempre ha sido pequeña, y no es nada de lo que regodearse, pero tampoco de qué avergonzarse. Camino hasta la sala común, y aquí estas, despreciable creatura que se hace pasar por mi hermano. De pie, con temple nerviosa, viendo el fuego de la fogata fijamente. Enfermizo insecto…
  -¡Rosalie! ¡No sabes cuánto me he preocupado!- Oh, este abrazo no cambia nada. Te desprecio tanto como hace veinte segundos.- ¿Dónde te habías metido? ¡Es tardísimo!
    -Ya no soy una niña para que te preocupes así por mí. Sé cuidarme sola.- Esa  mirada triste, oh, ni creas que me afecta en lo absoluto. Eso es, deja de abrazarme... Como si creyera una sola de tus palabras.
   -No puedes seguir enfadada por siempre, Rosalie. Ya han pasado dos meses.- Muy bien, es hora de entrar en acción. Te finjo esta sonrisa, sí, pero no es en absoluto sincera. ¿Ves estas lágrimas que salen de mis ojos y corren por mis mejillas? Son las lágrimas falsas que me llevarán a la perfecta ejecución de mi plan. Oh sí, consuélame, eso está muy bien... Así es más creíble.- Iré a dormir Rose. Te veré en la mañana. -Oh no, aún no.
   -¿No preferirías tomar té conmigo? No creo que pueda dormir justo ahora.- Las palabras indicadas, justo en el momento indicado. Esa sonrisa tuya me dice que aceptas mi petición. Perfecto. -¿Me esperarías aquí mientras lo preparo?
    -Oh, si quieres puedo ayudarte y--
   -No, esto me relajará más si lo hago sola.- Y de nuevo reanudas tu admiración al fuego. Yo me dirijo a la cocina y empiezo a preparar el té.
   No me tomó mucho tiempo prepararlos. Con manos temblorosas, tomo las hojas de mi bolsillo, y las froto fuertemente en mis dedos; ahora, hay que dejar caer los pequeños restos que quedan en el té; el té de mi hermano. En la mano derecha mi té, y en la izquierda el tuyo. Ahora camino hacia la estancia, y aquí estás, todavía admirando el fuego. No mentiré, el fuego es un gusto que compartimos, auqnue no es algo que me haga feliz; tan perfecto, tan libre, siempre ondulante y con continuos chasquidos relajantes. Amo el fuego, casi tanto como amaré lo que ocurrirá esta noche.
   Sí hermano, este, el té de mi mano izquierda, es el designado para ti. Vamos, hablemos de algo, lo que sea. Probablemente... -¿Cómo te fue en el día, hermano?
   Esa mirada es una manera patética de aparentar felicidad. No eres más que un miserable... -Pues yo me lo pase de lo mejor. Primero desperté y me dirigí directamente a... Bueno, ya sabes donde. Allí me encontré con Miranda, y hablamos todo el tiempo entre clases. Mañana nos encontraremos en la vereda cercana a la Plaza de Ciudad Arena. No sé Rose, creo que me he enamorado...- Esa pequeña risa me hace dudar de tus palabras... ¡Sí! Un solo trago a tu té es suficiente. Gracias hermano, gracias por haber tomado de tu té. Te lo estoy enteramente agradecida. No, esto es suficiente, no me puedo contener. La risa que sale de mi boca, generada directamente en lo más profundo de mi garganta, es tan fuerte que te estoy haciendo palidecer.
   Un momento, no soy yo quien te hace palidecer. Es... Son las hojas de Helecho de Manzana. Oh sí, ahora te es difícil respirar. Tus ojos de terror me miran fijamente, en un vago intento de ayuda. No te preocupes más, este veneno te matará dentro de poco. Yo no puedo detener mi risa, es imperioso que la haga fluir. Pero hermano, ¿Qué no veías venir esta situación? No... Yo sé que no lo esperabas. Ahora caes, lentamente, cerrando los ojos mientras te das cuenta de todo; de mi odio, de mi plan, de mi insistencia ante tomar el té, de por qué Estella ya no se encuentra aquí.
   Oh hermano, ha sido divertido. Pero ahora me doy cuenta que te lo mereces. Allí en el suelo, inmóvil, pareces un poco mejor persona. Tan solo un poco. A ver, si me pongo junto a la fogata así... Ahh, esta calidez me abraza y me tranquiliza; siento al fin un poco de paz, ya sin la preocupación de tenerte siempre frente a mí. Ahora te encuentras en el suelo, y yo de pie, arriba de ti.
   ¿Pero vale la pena? Claro que sí. Después de obtener aquella vacante en la Universidad que me correspondía como derecho, no te puedo perdonar absolutamente nada. Y es que en esa oportunidad de obtener estudios superiores era mi entrada al mundo de las ciencias. Un mundo del cual me alejaste totalmente después de sacar un puntaje más alto que yo en el examen de iniciación. ¿Puntaje más alto? Sabotaje más alto, diría yo. Jamás te creí eso que habías ganado honestamente, y todas tus disculpas no eran más que palabras.
   Vamos, acércate un poco más al fuego, está exquisito. Ah, claro, ya no puedes. Otra risa escapa de mi garganta, y llena la habitación. Ahora me siento junto a ti, hermano. Hola.
   Pues no, no hay respuesta, claro. Estoy volviendo a reir... Pero, ¿Qué es esto? Esta risa es distinta. Es más húmeda, y no produce tanto sonido. Algunos sonidos altos de vez en cuando, pero nada más... Un momento... Esto no es reir. Es llorar.
   Entre sollozos, me pregunto qué está pasando conmigo. ¡No! ¿Qué estoy haciendo? ¿Por qué estoy recostada en el pecho de mi caído hermano? Tal vez... Su muerte me ha... No, se lo merece, por arrebatarme todo. Mi futuro dependía de esa Univarsidad. Me levanto, aún llorando. -¡Mi sueño siempre ha sido participar en el concurso de tesis científica! ¡Este año confiaba que sería seleccionada para participar! ¡Eres un inútil, un canalla, un miserable!- Por alguna razón, estoy golpeando el suelo. Me doy cuenta que me encuentro de rodillas, junto a mi hermano, y cada tanto le golpeo a él también. Esto es un dolor absoluto, no lo soporto más.
   Esta taza, que terminó con la vida de mi hermano, ahora terminará con la mía. Una suerte que aún quedara medio té. Esta calidez que pasa por mi gargante aprovecha para tranquilizar mi mente y mis sentidos. Un dolor de cabeza que empieza desde atrás surge y me hiere. Pero es extraño, ahora me siento mejor.
   Ahora siento tranquilidad, paz, digamos. He sido la mayor de las estúpidas, y merezco lo peor. La rabia me enloqueció, y ahora me arrepiento de todo. ¿O no es así? No lo sé, no sé ya qué pensar. Oh hermano, ven aquí. Mientras me aferro a tu pecho una última vez, puedo sentir como todo cae. Como todo se desvanece. Como todo empieza a cobrar sentido y a la vez se esfuma. Como todo se calma, y como todo es mejor.
   Ya no siento el calor de la fogata, a penas puedo pensar y decir unas cuántas palabras más.
   -Te odio.- Te quiero...

--------------------------------------------------------------------------------   

(D':) ¡Me ha partido el corazón (Bueno, la sección del cerebro designada especialmente a las sensaciones emotivas) escribir esta historia! Pero bueno, no hay que dajar de lado que me ha gustado mucho la historia en sí. ¿Te ha gustado? ¿La has odiado como nunca antes habías odiado algo? ¡Déjalo todo en los comentarios!

No olviden que para la próxima semana se viene una historia feliz, probablemente de amor meloso... Hmm... Pero bueno, por ahora, no olviden alimentar a los peces, recomendarnos con TODOS y ejercitar su cuerpo y mente jugando a WiiFit. Que Awanowilona os protega. ¡Hasta pronto!

-Guille-

No hay comentarios:

Publicar un comentario

LinkWithin