¡Hola lectores! ¿Están viviendo su vida de manera alegre y divertida? Espero que sí, porque yo también estoy feliz, por muchas cosas que están ocurriendo... Pero por ahora, enfoquémonos en lo que les traigo hoy, es una Historia Friki, que ya llevo un tiempo sin hacer una. Recuerden que aún me faltan cuatro entradas de compensación, siendo esta la entrada diaria del día de hoy. Ahora sí, vamos.
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Y yo ahí, en la penumbra del bosque, corriendo con todas mis fuerzas, sin rumbo, sin destino, sólo corriendo. Huía, no estaba seguro de qué, pero lo hacía. Oía las ramas y las hojas crujir detrás de mi, seguro me seguía alguien, o algo. Era difícil esquivar los árboles que aparecían en mi camino, me salvaba de estrellarme con uno de ellos por poco. Oh, el dulce aroma del bosque húmedo me tranquilizaba, me hacía pensar en el maravilloso lugar que me encontraba, me hacía olvidar el miedo que sentía de quien me perseguía, me sentía aliviado. Estaba llenándome de tranquilidad no sólo con el olor del bosque, también lo hacía con los recuerdos que me traía, recuerdos felices, recuerdos que no se irán, recuerdos que estoy dejando ir. Pero por alguna razón, este bosque no me dejará olvidar esos recuerdos. Un claro recuerdo de este bosque es de hace unos seis años, yo vine con mis padres al lago justo a la mitad del bosque, a pescar. Mi padre no tardo en pescar un pez, era color gris y relativamente pequeño, y fue el único que se pescó en toda la tarde de ese día. Pero fue divertido, cada cierta cantidad de tiempo iba con mi madre al bosque, a atrapar mariposas, las cuales abundan en la tarde, no capturé ninguna, todas escapaban al oir mis gritos de alegría. Pero esos días se han ido, ahora estoy solo. No están ni mi padre ni mi madre, y no los volveré a ver. Ahora estoy solo. Ahora estoy solo. Esas palabras retumbaban en mi cabeza mientras corría, a la vez que las lágrimas salían de mis ojos. Recordé que estaba huyendo, pero ya no se oía que me siguiesen, pero seguí corriendo, tal vez para distraerme y no tener que seguir pensando en mis padres. Corrí y corrí. Al final, sin darme cuenta, terminé en un acantilado al final del bosque. Oh, qué maravilloso paisaje se veía, me hizo recordar las veces que mi padre me advirtió del peligro que conlleva ir a lo más profundo del bosque, que al final un enorme agujero espera a los desafortunados. Yo lo hice caso, y nunca me atreví a ir al interior más profundo del bosque, hasta ahora. No sé cuanto tiempo estuve ahí parado, viendo el hermoso paisaje nocturno, sólo sé que no podía escapar más de mis pensamientos, y empecé a pensar en todos esos momentos con mis padres, y no tuve más remedio que empezar a llorar desconsoladamente. Entonces, una fría corriente de viento pasó por mi ser, y decidí intentar volver a casa. La Luna empezaba a ocultarse entre nubes más oscuras de lo normal, y la presión en el viento empezaba a cambiar, y yo presagiaba una tormenta fuerte. Comencé a caminar en silencio hasta mi casa, pero no tenía idea de dónde estaba ni de dónde estaba yo. Estaba perdido. Caminaba lento, y, de nuevo, sin rumbo. Con suerte encontraría mi casa a la salida del bosque, pero era más seguro que tomara un camino equivocado. En esos momentos ni siquiera recordaba por qué me había adentrado al bosque. Tal vez fue cuando me dieron la noticia de mis padres, y en mi nostalgia decidí correr al lugar dóndo mejores momentos había vivido con ellos, para reconfortarme. Eso ocurrió cuando el sol aún se apreciaba en el horizonte, ¿Cuánto tiempo llevaba en el bosque? No tenía idea, y no quería saberlo. Pasaron unos quince minutos, y volví a escuchar pasos que se aproximaban. Ya no tenía ánimos de correr, así que giré mi cabeza hacia dónde provenia el crujido de ramas y hojas, esperando ver un animal grande y temible que me atacaría sin pensarlo. Ví en la oscuridad unos ojos brillantes que se acercaban, yo me preparaba para ser atacado. Esos segundos despera fueron eternos, como si el tiempo no pasara. Me dicidí por abrir los ojos, y me encontré con el "Gran" problema. Un pequeó gato. El alivio recorrió todo mi cuerpo, y dejé de darle importancia al gato, así que me dí la vuelta y seguí mi camino. Pero el gato no dejó de seguirme, siguió atrás de mi por unos treinta minutos, y empezó a llover. Entonces, el gato corrió hacia mi pierna y se acurrucó en ella. No comprendía muy bien por qué ese gato estuviese mostrando afecto hacia mi, pero sentí lástima por él, y lo coloqué en mis brazos, y empecé a correr, para encontrar refugio pronto. La Luna ya no me daba luz, estaba a ciegas, y constantemente me daba por los costados contra un árbol o me rasgaba un arbusto. Sentía como el pequeño gato temblaba, y traté de cubrirlo cuanto pudiese con mis brazos. Así estuvimos por otros veinte minutos, cuando encontré la salida del bosque y mi casa. Las luces estaban encendidas, mi tía seguramente seguía allí. La lluvia no hizo más que empeorar, con fuertes y gélidos vientos. Corrí hacia la puerta y la abrí como pude, me fue difícil por llevar el gato en mis brazos. Cuando entre, subí rápidamente a mi habitación, sin decir nada a nadie. Coloqué al gato en mi cama, y lo arropé con muchas cobijas y encendí la pequeña chimenea de mi habitación, para que entraramos en calor. El gato no tardó en quedarse dormido. Yo pensé que lo mejor sería ir a tomar un baño, y así lo hice. Al terminar, me encontré con mi tía en el pasillo, y ésta corrió hacia mi y me abrazó. Yo simplemente me limité a decir algo como "Nos vemos luego", y me dirigí a mi habitación, donde el gato seguía durmiendo, muy agusto en el lugar donde estaba. Me quedé viendo al gato por mucho tiempo, y todo volvió a mi. Recordé como hace mucho tiempo, mis padres encontraron en la calle una gata con sus crías, pero la madre tuvo la desfortuna de morir a manos de un ciclista despistado, y las crías huyeron... Menos una. Esa cría restante fue tomada por mis padres. Le llevaron con el veterinario y le aplicó diversas vacunas, para que estuviese sano para los propósitos de mis padres: Regalarmelo por mi cumpleaños. Yo en ese entonces estaría cumpliendo cuatro años, y la alegría de una mascota me inundó por completo. Jugábamos, paseábamos, haciamos mucho. Pero dos semanas después de que me lo regalasen, escapó al bosque. Mi padre fue a buscarlo, sin éxito. Yo lo pasé muy mal por unos días, pero pronto lo olvidé. No habían quedado recuerdos de mis padres, por eso mi tristeza era tan descomunal, pero ese gato, ese pequeño y amigable gato, era recuerdo suficiente de mis padres para mi. Me sentí feliz, y no tenía más remordimiento con nadie. Salí de mi habitación y fui con mi tía, a contarle todo lo que había sentido. Ahora han pasado 5 años, mi gato y yo compartimos vivencias increibles, y cada vez que le veo, en lugar de entristecerme por los recuerdos de mis padres, me alegró mucho de ellos. Todo gracias a este gato, el cual me enseño a seguir firme sin importar la situación, y me devolvió la alegría. Le debo mucho...
FIN
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Ya llevaba en mi cabeza esta historia durante mucho tiempo, pero nunca me habí decidido a publicarla, hasta hoy. Recuerden que me faltan hacer cuatro entradas de compensación, y tembién recuerden recomendarnos con TODOS, comer yogur con cereal como desayuno y seguirnos en nuestras redes sociales. ¡Hasta dentro de no mucho!
-Guille-
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